Mujer querida no sabría yo amarte,
pero amarte en la noche tibia
cuando las manos del cielo abren
las puertas de las estrellas y astros ardientes,
para quererte como nadie te quiso así
ama el río a sus aguas limpias y diferente,
y yo sin ver la mirada verde que se centra
en la pupila de mi amada sibilina,
se me queman las pirámides
y mis desiertos clamando de sed incandescente,
y ya vienen los vientos
y las arenas de sus dunas secas
y besan mis orillas
hambrientas del profundo deseo
que rompe en mis noches el misterio de quererte.
Oh fonibusa de mis altares
y de mis líricas estrofas
congélame en las
fosas de tus amados pechos,
mientras la mariposa canta una canción melódica,
dulce muy sabrosa y atrayente,
y sus cañaverales que se aparten de las aguas
del diluvio que desbordará su mausoleo
y al molino ábranme las aguas
de sus huesos y déjenles pasar más allá del epicentro
para que el molinero quede satisfecho
por su molienda de avena y de centeno.
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