DESDE LA CADENA
Este poema está basado en la película:
“El Conde de Monte Cristo”
(“NOVELA DE ALEJANDRO DUMAS”)
Por las sombrías esquinas
están las de cuatro patas,
con sus bigotes de sombra,
con gafas negras y opacas;
tienen los labios de luna
y visten capas de plata,
gozando de un señorío
y de cierta aristocracia.
En este lugar hay un preso,
un inocente de Francia,
y en el foso de la torre
donde se filtran las aguas
y las humedades verdes,
y el Conde con pálida cara.
Está cubierto de pelo
y de largas barbas blancas,
y consumido de ojos
y toda su cara es flaca,
durmiendo en piedras frías
y en las sombras ahogadas,
que le desgarran la vida
y los albores del alma.
Sentado en lastras frías,
por la cara tiene arañas,
respirando el aire sordo
encima de la muerte sacra
y no se le ven sus labios
por la densa barba blanca.
Por el tiempo que allí lleva,
en la soledad macabra
y en la cadena hundido,
cuando el silencio se calla
con este inocente preso,
con este Conde de Francia,
y después de largo tiempo
en una celda mojada,
algo siente y le sorprende
en el antro de su banda.
Y dispuesto en la pared,
despacito haz entrada.
Y tan pronto mueve el bloque,
ya mira por la fina raja
al mirar ve un viejecito
también cubierto de barba.
En esto se cuela dentro
y el sabio le presta el habla,
y poder salvar su vida
a éste Conde de Francia.
Le cuenta historias del mundo
y sus más grandes hazañas
contra corsarios e indígenas
y abordajeros piratas.
Y al fin del sabio relato…,
que el sabio cuenta y redacta
con la pluma da su boca,
y ya cansado descansa.
Y lentamente de su seno
el Conde le muestra un mapa,
donde figura un tesoro
fondeado en las tres brazas,
en un escarpado de rocas
y a sus pies una larga playa.
El Conde vuelve a su celda,
y sofocado tapa la raja
y el sabio viejito muere
y lo meten en una saca,
mas el Conde vuelve abrir
la secreta y justa entrada
y coge muerto al viejecito
y lo arrastra a su banda.
Apurando pone los bloques
y la pared queda llana
y de repente el se mete
dentro da misma saca
donde ya estaba el viejito
para lanzarlo a las aguas.
Y raudo y veloz el cose
la boca de aquella saca
y dentro ya estiradito
ya siente venir dos guardas
con las llaves de la puerta
doblemente acerrojadas.
Y cogen aquel cadáver
que va metido en la saca
y lanzarlo por el aire
del alto de la muralla,
y en ella se va el muerto
que suspira sin palabra.
Y al caer por el vacío,
sale un gemido de la saca
desde aquella alta torre
de piedras rubias y pardas.
Y en el alba milagrosa
resucita su voz y habla,
de aquel muerto que iba vivo
lanzado desde la muralla,
cayendo en las aguas muertas
y victorioso recala,
en la playa de aquella isla
donde revive y descansa,
venciendo a la cadena
y al poder de aquella Francia.
Y ya en tierra, pensativo,
de repente coge el mapa
y ya avisa a un conocido
a ir a la roca escarpada,
donde duerme el gran tesoro,
fondeado en las tres brazas.
Rescatan aquel tesoro,
una fortuna elevada,
que lo llevan en carreta
tapado para una casa.
Y de pronto revuelve todas,
todas acciones de banca,
donde arruina a banqueros
y pompa de aristocracia.
Y se presenta a su novia
que está con otro casada.
Le pregunta si se acuerda
de su novio que llevaran
para la perpetua cadena
el novio de su infancia,
que iba casar con ella,
pero le hicieron la trampa
unos amigos políticos,
traidores de la otra banda…
Usted se casó con él,
con lo que tiene en su casa.
La novia se quedó tan muda
Oyendo aquellas palabras,
y al darse cuenta la pobre
ya supo con quien hablaba:
con su amor fidedigno
que sin culpa sentenciaran
a la perpetua cadena
los poderosos de plata.
Y se va el insigne Conde,
ella se queda asombrada
por ver y sentir al novio
y por verse avergonzada
de su amor fidedigno,
del que estuvo enamorada
y dejándola pensativa,
sus ojos llenos de agua,
surcándole las mejillas,
mira para él y se calla.
El Conde da media vuelta,
se va con su leyenda amarga,
para volver algún día,
a sus senderos de patria
y volver a conocer,
a sus amigos de infancia,
este capitán y Conde,
un hijo de la buena Francia.