Siento en mi corazón
los pasos silentes de pisadas verdes
y las aguas que se vierten
por mis venas y por dentro
de mis ánforas muertas
que son volcanes que eructan,
cual viento rasgados
de los cuadrantes del noble verso.
De repente el cielo se puso
de semblante feo y negro
y sus vientos se juntaron
como ovejas
y rebaños de corderos.
Rompe el equilibrio
del noble verso
con el celoso hemistiquio,
y se descabalga el fonema perdido
y se desorienta sin saberlo,
mas se aleja en su distancia
que provoca el desconcierto indebido.
Salta el llanto de cristal dolorido
en tragicomedia eso mismo,
y el aire puro y honesto
del palatino verso
que evoca prestigio,
al agónico presente
que no desea
que el pretérito sea esquivo
ni el sentimiento pensante
arbole velas al tiempo definido.
Volverán los vientos madre,
al epicentro lírico sin lágrimas
y con suspiros que cantan
las libertades justas
y bien moldeadas
por ese afán profundo
que boca dentro
de nuestro alfarero íntimo.