domingo, 11 de mayo de 2014

ROMANCE ARRABALERO



Un día me la llevé
a la costa Arrabalera,
nos fuimos en una barca
en una barquilla negra.

Al llegar a dicha playa
y al saltar en sus arenas,
ya fondeamos la barca
a cinco brazas de tierra.

Luego nos fuimos a coger
camarones por las piedras,
mejillones y erizos,
y algún percebe de cueva.

Volvimos hacia la playa
y vaciamos nuestra “pesca”,
en una bancada limpia
de aquella barquilla negra.

Al querer guisar aquello
tuvimos que buscar la leña,
y al no haberla en la playa,
subimos por la ribera.

Cuatro ramitas de tojo
lanzamos sobre la arena,
mas dos ramojos de uses
fuimos dejando en la senda.

Luego subimos al monte
en busca de leña seca,
y vimos un escondrijo
que se guardaba la selva.

Tenía una alfombra de hojas,
y otra de hierbas suaves
nos dijimos sin palabras
ya llevaremos la leña.

Aquí se halla el lugar
de nuestro sueño y quimera,
aquí podemos fundir
la luna y las estrellas.

Allí ardía la luna,
en el fondo de su hoguera.
los dos tomaron venenos,
los que te brinda la selva.

De amor quedamos dormidos,
debajo de sombras frescas,
y despertarnos con prisa
de aquella preciosa cueva.

Ya de repente nos fuimos
a cocer aquella “pesca”,
al borde del pedregal
y al frescor de la ribera.

Y después de haber comido
aquella sabrosa ”pesca”,
yo no sé cómo me fijé
que en la sedosa muñeca.

En la mano de mi zagala
le faltaba la pulsera
subimos por el sendero
hasta llegar a la selva.

Volvimos a ver el escondrijo
cubierto de hojas secas,
hallamos el brazalete
pisoteado en la hierba.

Y al besarnos otra vez
otra vez vino la estrella,
para gozar de las glorias,
y fundirnos en la hoguera.

En esto llegó el sol
con brasas hechas de tierra,
y se las dio a beber
al mancebo y a la doncella.

Y les dijo que gozaran
de las brevas de la higuera,
y muriesen en las llamas,
que tiene la barca negra.

La tarde se hizo noche,
y la noche se hizo bella,
y ya en la barca mía
satisfecho y satisfecha.

Despacio vine bogando
faldeando la ribera,
y al incendiarse la luna
y sus volcanes de cera.

En susurros me llamó:
“átame aquí la melena”,
y vi puestos en la bancada
sus muslos de perla y plata.

Sus muslos bajo la noche
brillaban como las perlas.
abrí sus puertas de sol
y me entré en su barca negra.

Quería volar a las glorias
que me daba la doncella,
allí se fundía el mundo
y se mecía la tierra.

Entre tanto la brisa del mar
y el canto de las sirenas
nos brindaban serenatas
por cumplir nuestras quimeras.

En la noche taciturna,
que todavía recuerda
aquella zagala mía,
aquella hermosa doncella.

En mis brazos se mecía
al vaivén de la marea
mas cuando nos dimos cuenta,
la barca varaba en tierra.

Saltamos en nuestra playa
bajo la noche serena
pasamos por los arbustos
y vimos otra vez las cuevas.

Cuevas de juncos y “taráis”
con camas hechas de arena,
ella bajó su vestido
yo me quite la chaqueta.

Nos besamos otra vez,
y otra vez, vino la estrella,
con su fuego abrasador
para morir en la hoguera.

En el fondo del volcán,
poderosa barca negra
lentamente fui quitando
de su cuerpo blancas sedas.

Fue así como descubrí
pieles blancas y morenas.
mis manos fueron rozando
a sus columnas de cera.

Se fue calentando el horno
y las sendas de su hoguera,
y mis labios en sus labios
y sus manos en mis piernas.

El bracito blanco y rojo
dilataba en llamas negras
entretanto, ella abría la boca
dando suspiros y quejas.

Cogiendo con sus manos
mete el bracito en su almeja,
que ya estaba al rojo vivo
muy jugosa y hambrienta.

Pues cogiendo mi bracito
lo introduce en su almeja,
grueso, largo y dilatado
se va metiendo en la senda.

Hasta la cuna de gloria,
hasta el fondo de su cueva,
y mi boca devoraba
las uvas de la doncella.

Jadeando yo le dije:
ya está el torrente muy cerca,
vas a morir de locura
cuando me hagas las señas.

Cuando quieras amor mío
inunda mis carnes tiernas;
y cuando saltó la oleada
sobre el fondo de su hoguera,

Ella se daba clamores
y yo mordía la dicha,
lentamente jadeando
se calmaron nuestras fuerzas.

La almeja rebosaba
de azúcar, agua y canela
y así morimos los dos
en las ocultas arenas.

En la playa que escribía
las más hermosas leyendas
leyendas de carne y hueso
con las más lindas doncellas.

Después de pasar dos horas.
después de temblar la tierra
nos dimos un tierno baño
en la flor de la marea.

Allí se quedó la noche,
allí se quedó la estrella,
allí se quedó la barca,
allí se quedó la selva.

Y los amores más puros,
y las caricias más tiernas,
y aquel dorado escondrijo
donde quemamos quimeras.

Haciendo gozar el monte
los arbustos y la arena
tarde de lunas y estrellas,
escribimos nuestra leyenda.





LA SANGRE MÍA


Estrella de los vientos,
amapola de mis campos líricos
y vos brisa cándida de mis dunas
que perfumáis los dulces 
iris de mi amada,
amadla hasta el fin de las galaxias.

El viento me airea el cabello 
al lado de mi vieja barca
y al pie de una negra peña 
donde espero mi enamorada.

Las redes las tengo a bordo 
para pescar a mi doncella,
que duerme en el fondo del mar 
y quiero despertar
a las olas vespertinas 
y venga en las sinfonías 
de las mareas
oyendo el dulce 
canto de las magas caracolas,
y salte en mi barca 
a darme ese beso 
tan sediento en mi boca
de su boca de salsa.

Después de besarme se va 
mi amada sirena,
hasta el fondo del mar 
a jugar con sus peces
y yo me quedo solo 
mirando al cielo,
mis ojos caen yertos 
por mi sirena 
y mi divina doncella,
a la que amo 
hasta las estrellas, 
hasta la otra
orilla del mundo; 
es a ella a la que amo,
la mía musa y libella, 
la que me canta 
la que me besa,
la que me da su gloria 
y sus estampas de seda.

Ven a mi serenita mía 
ven y serás mi diosa
y lumbrera de mis días, 
y la estrella que alumbrará 
mis penas y mis melancolías.

Cúrame, ¡oh! cielo mío, 
que todavía lloran las estrellas,
por las lágrimas derramadas 
que caen de mis entrañas
y de mis iglesias.

Líbrame, ¡oh! sinfonía mía, 
líbrame del llanto enamorado,
y del terrible tormento 
que todavía batalla en la sangre mía.

LIBÉRAME DE ESTE LLANTO


Es la onda y el sollozo mío
que cubre a mi fragata,
céfiros, 
¿Por qué que sopláis 
y sois tan cruel con mi barca?
Dejadme amarla 
hasta en fondo de mi ser 
a mi inmaculada.

Arcángel mío, 
increpa a los vientos 
que me consumen 
y me trasladan 
a los huertos del silencio 
seco y desafiante
que ha preservado la venus 
que Dios me ha dado 
para mis afligidos sentimientos.

Repréndelos amada mía,
ampárame para poder amarnos 
y embelesarnos en los aposentos 
de nuestros santos cielos 
para nosotros consagrados.

¡Oh! Alondra mía, 
tú, libérame de este llanto mío 
tormento que me ahoga 
por tanto amor atesorado 
que yo te tengo 
y quiero verterlo en tus tersos cabellos 
que condensan marismas de sangre 
por las retinas de mis estrellas.


Descarrílame de los peñones 
que me hieren mis sentimientos
 cercenando mi bendita aura 

que agoniza de amor y melancolía 
queriéndome apartar de mi libella, 
designo fenecer, antes que perderla.

Quiero verte alfombra de mis capillas, 
ven a explayarte por nuestras planicies,
por las llanuras que tanto añoro 
conságrame los vergeles de mi locura.

Te siento dulce mía dentro de mí 
como un verde torbellino, 
como aquel viejo crepúsculo 
que revela la senda de nuestro 
radiante amor cristalino.

Sois los acordes de mis arpas, 
de mi mandolina y violines 
y el sentir sublime de mi canto 
eres el susurro que sale 
de mis ansiosos suspiros.

Golondrina de mis sagrarios, 
mariposa de los aires, 
escondámonos en los mares 
para abrazarnos 
a los mantos de la gloria 
y conferirnos a la felicidad santa 
que se asoma a este sublime amor 
candor forjado con nuestros yunques 
para conseguir la gloriosa eternidad .








NADIE


Nadie ha venido a ver 
dónde moran mis tormentos
y dónde, el profundo 
suspiro de mi dolor.
Sólo tú, dulce armonía mía, 
sólo tú has venido.

Nadie puso bandera 
en la cumbre de mi boca
ni en la gris cabaña 
de mi triste agonía.
Sólo tú, orilla de la selva, 
sólo tú lo has querido.

Nadie en el mundo quiso 
besar mis quebrantos
ni enternecer mi solitario 
y débil rostro
sólo tú, perla divina, 
sólo tú lo has besado.

Nadie puso el empeño de mirarme
ni de postrar sus ojos 
encima de los míos.
Sólo tú, crepúsculo mío, 
sólo tú me has mirado.

Nadie, ni de mi presente 
ni de mi pasado,
ha escrito un verso en mis labios
Sólo tú, amapola mía,
 sólo tú lo has logrado.

Nadie tan hermosa como tú 
me ha hechizado
del crepuscular amor, 
sólo tú, “Dulcinea” mía,
sólo tú me has embriagado.

Nadie en la tierra 
me ha hecho tan feliz
como el verso de tus labios.
Y nadie, pero nadie
ha visto tan celeste amor
como yo lo vi en tus ojos mansos.




ERES EL BÁLSAMO DE MIS VENAS


Miro al viento 
desde el adusto silencio 
la llamo a ella 
y ambiciono, se acerque
y venga desde lejos 
o venga de cerca,
pero deseo que venga.

La llamo porque es mi  delirio
y mi susurro de los santos cielos
y suena una voz seca 
y es la sombra 
que me asombra
mas ella con sus  besos 
mitiga mis penas.

Ella es el bálsamo de mis venas
y la mansedumbre etérea 
y el místico destello de estrellas,
La tengo como princesa en mis castillos 

Como hada de mis bosques 
donde quiero enternecerla.
Quiero saborear de su ternura
y del murmullo de su boca  tenue.

Hoy fenezco en los atrayentes remolinos 
y me ahogo en los ríos  que desbocan 
en las cataratas de mis entrañas
y en el firmamento de mis arterias.

Yo sé bien que ella me ama 
hasta lo más alto del alma mía
y desde allí yo la llamo: 
Ven a mí, cariño mío, 
ven que te quiero 
enaltecer a los cielos
y volar susurro mío  
por adentro de mis consuelos
y valles  de mis suspiros.

Te quiero en mis remos 
y darte a beber mi locura
y así feneceremos juntos 
bebiendo ese tierno veneno,
en las copas de nuestra ternura.

Hoy siento un paso lento 
como una sombra fría 
que a mí se acerca,
tocándome con sus dedos dulces
rozando mis galanteadas colinas
imagino que es ella 
y quiera ver mi alma 
de niebla y espuma.

Se adentra en mi casa, 
la puerta se cierra
y una telaraña la detiene 
y la ciega.

Me levanto en la hora matutina,
se oye un canto en la soledad
y veo que es ella 
y nos besamos 
hasta fenecer de amor los dos
con  los orfeones de Dios 
en nuestra eterna capilla.