Abrázame por mis orillas de luna,
devórame
las dunas de mi cuerpo,
enróscame
en el arco de tu vértice
para
llegar a tu negro universo.
Alíviame
la libertad
de poder beber tus aguas
como en los andinos celestes
que moran en mis retinas,
lluvia ciega.
Déjame mirarte a los ojos
y
poder tocar la tierna
con la yema de mis dedos,
la nostalgia
que se oculta
y anida dentro de mis arpas,
y delirantes ecos
que van más allá de mis suspiros
y de los tormentos que me sepultan,
viviendo los sagrados caminos
de mi absorto y santo
espíritu.
Padezco
y vivo
dentro de los pozos profundos
del
infierno que son tus playas
de oro y color negro.
Rocíame
con delicados perfumes
y llévame a la verde selva
y
al bosque del silencio
y me dé delicadas delicias.
Sepúltame
en la ruta
de tus pestañas para poseerte
y santificarte
en las santas arpillas
y del amado aire.
Acósame
¡oh! Cielo mío
para ver tus más altas torres,
Y
las campiñas y el lago del cisne
y
las aguas de tus mares.
Inúndame
en tus baldíos y
con tus dulces dedos que
sienta
yo esa sublime caricia
y el roce de tus labios por
las
orillas de los míos,
y tus manos
delicadamente
adoren
con vehemencia
mis tristes mejillas
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