lunes, 5 de mayo de 2014

VI CAER LA LUNA



Yo vi caer a la luna

en la estampa de mi barca.

La vi caer por la noche,

como una estrella de nácar.

 

Cuando vi su luz divina

y tanto color en llamas,

me escondí sobre las picas

debajo de las amarras.

 

Su resplandor me invadía,

la vista me la cegaba,

pero, tirándome al mar,

me fui guardando en las aguas.

 

Desde allí, yo vi la luna

a popa, sobre la estampa,

y saltando por la borda,

subí a mi propia barca.

 

Y enseguida y de repente,

ya le vi su dulce cara

y su melena de avena

caída sobre la barca.

 

La brisa estaba dormida,

la noche estaba estrellada

y yo moría de amores,

porque quería besarla.

 

Y acercándome a sus ojos

y a sus divinas pestañas,

quise tocarle en sus dedos

y me quemaron sus llamas.

 

Despacio yo fui sabiendo,

porque la luna no hablaba:

era el miedo a darme un beso

en mi boca de escarlata.

 

Cuando la noche de prisa

nos anunció la mañana,

ella se marchó dichosa

como musa enamorada.

 

Y yo me quedé tan solo

con el alma envenenada,

sin poder beber veneno

en los labios de mi amada.

 

Allí se quedó la luna,

allí se quedó la barca,

allí se quedó la noche

y allí se quedó mi alma. 




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