Es la onda y el sollozo mío
que cubre a mi fragata,
céfiros,
¿Por qué que sopláis
y sois tan cruel con mi barca?
Dejadme amarla
hasta en fondo de mi ser
a mi inmaculada.
Arcángel mío,
increpa a los vientos
que me consumen
y me trasladan
a los huertos del silencio
seco y desafiante
que ha preservado la venus
que Dios me ha dado
para mis afligidos sentimientos.
Repréndelos amada mía,
ampárame para poder amarnos
y embelesarnos en los aposentos
de nuestros santos cielos
para nosotros consagrados.
¡Oh! Alondra mía,
tú, libérame de este llanto mío
tormento que me ahoga
por tanto amor atesorado
que yo te tengo
y quiero verterlo en tus tersos cabellos
que condensan marismas de sangre
por las retinas de mis estrellas.
Descarrílame de los peñones
que me hieren mis sentimientos
cercenando mi bendita aura
que agoniza de amor y melancolía
queriéndome apartar de mi libella,
designo fenecer, antes que perderla.
Quiero verte alfombra de mis capillas,
ven a explayarte por nuestras planicies,
por las llanuras que tanto añoro
conságrame los vergeles de mi locura.
Te siento dulce mía dentro de mí
como un verde torbellino,
como aquel viejo crepúsculo
que revela la senda de nuestro
radiante amor cristalino.
Sois los acordes de mis arpas,
de mi mandolina y violines
y el sentir sublime de mi canto
eres el susurro que sale
de mis ansiosos suspiros.
Golondrina de mis sagrarios,
mariposa de los aires,
escondámonos en los mares
para abrazarnos
a los mantos de la gloria
y conferirnos a la felicidad santa
que se asoma a este sublime amor
candor forjado con nuestros yunques
para conseguir la gloriosa eternidad .
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