YO LA BESO
Los humos negros suben
hasta los astros que comen
vientos y los cirros blancos
de ojos pulcros escriben luna
y el manuscrito de las mareas
afina la garza allá en la tierra.
Una barca arcaica va bogando lenta
y adentro con su doncella
y en sus miradas profundas
se traspasan esas fronteras
que impiden el sabor de un beso.
El semblante santo alborea
los óptimos cantos de las auroras
carismáticas, más allá en tierra
de las colosales lejanías.
Su silueta veo escondida en un arrecife
y en mi barca de espuma velera
abro escota con el viento voy a ella
a la playa salto y ya la encuentro.
El viento sopla, el alma tiembla
y las miradas son como dos flechas
ella se calla y me da la mano
y yo la beso y la beso...
y ella se cae sobre mi pecho.
Nos plegamos entre las hojas
y yerbas, ya no hay palabras
el silencio se ha metido dentro
fenece la luna y se acuesta
bajo las sombras tibias
de la blanda y esponjosa peña.
PARA BEBER TUS BESOS
Te contemplo desde los grandes parajes
en los almendros verdes con lirios pulcros
en los lagos del sueño, aguas de mi boca
con los veleros que me llevan en silencio
a la ruta de las estrellas hasta el cielo.
Poderoso amor que vuelas sobre mi amada
mientras las brisas vespertinas descalzas
se desvisten al pasearse entre sus aires
y ella, mi dulce pochochita y calandria
me canta en los trigales, las liras mías.
Ven sibila encarcélame en tus rejas vivas
en esas primaveras tuyas y en los zarzales
que profundos me cantan amor y glorias
con los molinos de viento inmaculado
allí donde habita nuestro sublime ensueño.
Enajenado marcho cual mendigo errante
y llamo a la puerta y no se encuentra nadie
y me contesta la sombra: ¡Qué me marche!
me alejo entristecido por la voz del vulgo
acudo a ti para que me endulces con tus arpas.
Con los besos y las ánforas de tu pecho
llego a tu jardín y vuelo en tus molinos
me das trigo para gustar el agua viva
la que tengo y no bebo por vivir cautivo
y ser mendigo y hambriento de tus besos.
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