viernes, 25 de abril de 2014

A LA MUJER QUE AMÉ


De la mano del silencio

descalzo en la noche amarga,

los dedos caían yertos

y los pies dejaban marcas.


Cuando los pasos caían

sobre las blandas arenas,

mis ojos eran estrellas

por las sombras de la playa.


Figuras de los demonios,

de Satán me imaginaba

y de todos los espíritus

que por el aire vagaban.


Huellas por la arena seca,

calcas por la arena blanca,

sombras con la capa verde

venían tras de mi espalda.


El río con sus preludios,

quien a la villa besaba,

siempre extendía su lengua

cuando mis pies lo cruzaban.


Y por las noches de invierno,

cuando desmayaba el silencio

salía yo cual mancebo

a mandarle carta a mi amada;


A la mujer que quería,

a la ninfa que amaba,

aunque dentro de mi vivía

en la distancia la tenía.


Después de cruzar el río,

con las calles apagadas,

buscaba con dulzura el buzón

que le llevara mi carta.


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