En la entraña del silencio,
sobre la opaca sombra,
tus labios de camposanto.
Y cómo te has callado
como silencian los vientos,
sobre la boca del aire
cuando se ahoga sediento.
Y cómo te has vencido
en las cuevas de tu pecho,
en el cisne de la noche
y en la esquina del deseo.
Que ciclo de brisas tan frías
van congelando desaires,
¿por qué tu boca se ha ido
dejando morir los besos?.
Ya no tengo otros ropajes
con que abrigar mis consejos,
ni nanas ni más doncellas
que acunen mis sentimientos.
¡Ay desventurado de mí!
¿A dónde llevaré mis sueños?
¡Aquellos sabores gratos
y delicados momentos!
Las montañas de mi alma
sombras son de tus silencios,
dantesca fosa me hendiste,
que paraísos me has hecho...
¿Por qué encendiste las nubes
con tan delicados fuegos?
Me siento “Pablo Neruda”
y como aquel árbol seco,
abandonado en el monte,
y cual solitario isleño.
Aquí, al lado del mar,
abandonado y enfermo,
sin agua, sin pan y triste,
gastando mis propios sueños.
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