jueves, 24 de abril de 2014

ADAGIO A UN AMIGO


 

Llevado en el aire                         

en nubes calladas,                  

dueño de la tierra,                  

el sabio y la trampa.


A ver se quería,                

a ver se aceptaba,

a cambio del mundo,

y que le adorara.



Sentado en la orilla

con redes pescaban,     

los hijos del viento

con sólo una barca.


Y sobre las sendas,

derecho en las plazas,

salían los áspides

oír sus palabras.


Cruzaba senderos,

sentaba moradas,

dejaba la idea,

escrita en las almas.


Oían delicias,

oían palabras

oían sermones

desde la montaña.


La gente era otra

cuando Él hablaba,

infundiendo vida

e inflamaba almas.


Rompía cerrojos

de puertas cerradas,

y ardían blasfemias,

las pompas y famas.


Era luz de estrella,

astro de esperanza,

nave de albedrío,

pozo de agua clara.


En sabiduría,

en la idea clara,

en los ojos  tristes,

donde El miraba.


Dormía en el viento,

grababa en la playa,

sus letras de arena,

y no se borraban.

Y en la transfigura

del cuerpo y del alma,

dulces aleluyas,

delicias y gracias.

Lamento sensible

por la amada Patria,

su voz se extendía

por tierras lejanas.


Y con su presencia,

y con su mirada,

por fuera de puertas,

junto a las murallas.


Sus celos ardían

de amores de Casa,

vuelan palomas,

los doctores callan.

 
Huido en el huerto,

la noche cerrada

la sangre en su frente,

surcaba su cara.


Ya vienen antorchas,

la traición avanza,

un beso le entregan

por treinta de plata


La idea de luna,

la trampa romana,

el grito del monte,

la entrega del alma.


Pues Alguien de lejos

en tragedia santa,

suspiró profundo

en su voz callada.

Y se fue en el viento

en mañana blanca,

subiendo y subiendo,

aquel querubín

volando a su Patria.

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