lunes, 21 de abril de 2014

LA MUJER QUE SOÑÉ



¡Gracias amor de mis ojos,

por abrazarte a mis alas!

Ojalá de amor te hicieras

cuando de joven soñaba,

que en una parte del mundo

se encontraría mi amada.


Cuanta sed he padecido,

pa ra encontrarme estas aguas, 


aguas que me dieran vida,

vida y aliento a mi alma;

y ahora al paso del tiempo

se me presenta esta dama,

a quien la quiero y la tengo

muy dentro de mis entrañas;

pues digo con todo acierto

¡ay!, de mí, si me faltara,

me moriría de hastío

como se muere una barca 

en los juncales sin vida,

sobre la arena enterrada.

Y pido a la Providencia

que mientras viva la dama,

pensando que ya lo es

la que tanto yo buscaba,

y ahora que está en mi pecho

que nunca jamás se me vaya,

porque la tengo esparcida

por las selvas de mi patria;

por eso quiero vivir

el amor de su palabra, 

y los besos de su boca

y caricias de sus arpas,

arpas que son sus ojos,

ojos de vidrio y de nácar,

que son los que yo venero,

y son los que yo buscaba,

desde aquella juventud,

mustia, triste y solitaria;

por eso quiero vivir

los días que ya me faltan,

con esta divina diosa,

con esta diosa del alma,

la que tanto yo soñé,

por donde poder hallarla.




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