Enséñame el mar allá por dentro
donde dormita el señor don viento
y las pestañas de tus alondras
y los mansos besos que me das en silencio.
Consuélame en los foros de tu santuario
y en las nebulosas que iluminan tus cielos
y pueda ver yo las lámparas de tu pecho
y todos los tesoros de tus entrañas bien mío.
Constrúyeme oh cielo mío, tu eres mi capitana
y aquellos tesoros y caudales escondidos
que tienes en tus ánforas del alma
y en tus mansas cataratas y en tus misteriosos ríos.
Y en las orillas del aire que son las veredas de mi vida
Enséñame tu catedral por dentro
y los hornos más temidos de tu infierno oh, sibilina
y envenéname con el salitre de tus besos vespertinos
y escondámonos para ver donde duerme don silencio.
Nosotros haremos lo nuestro a la orilla del fogón
subterráneo y en la fosa oscura y venerable
de nuestro infierno candente dulce e inseparable.
Pues subamos a cubierta de nuestra insigne corbeta
para arbolar nuestros gallardetes y nuestra gran bandera,
la de pata de palo, el sable y la calavera.
El viento corre para darme el catalejo de hueso
donde veo velas Capitana mía, prepara los cañones
por las bandas enteras, que vienen los navíos encima
y las viejas galeras… fuego mi capitana intrépida.
Hunde a esa flota vieja y con tus llamas quémalas;
ya nos vamos mi capitana para tierra
a victorear la batalla de las viejas galeras,
brindemos pues, amor mío por vencer
a las viejas glorias que a nuestro mar envenenan
al hombre y a la mujer que saben navegar a vela.
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