jueves, 18 de septiembre de 2014

LAS ORILLAS DE LA MAR SIN ARENA



 
Enséñame el mar allá por dentro
 
donde dormita el señor don viento 
 
y las pestañas de tus alondras
 
y los mansos besos que me das  en silencio.
 
 
Consuélame en los foros de tu santuario
 
y en las nebulosas que iluminan tus cielos
 
y pueda ver yo las lámparas de tu pecho
 
y todos los tesoros de tus entrañas bien mío.
 
 
Constrúyeme oh cielo mío, tu eres mi capitana
 
y aquellos tesoros y caudales escondidos
 
que tienes en tus ánforas del alma
 
y en tus mansas cataratas y en tus misteriosos ríos.
 
 
 
Y en las orillas del aire que son las veredas de mi vida
 
Enséñame tu catedral por dentro
 
y los hornos más temidos de tu infierno  oh, sibilina
 
y envenéname con el salitre de tus besos vespertinos
 
y escondámonos para ver donde duerme don silencio.
 
 
Nosotros haremos lo nuestro a la orilla del fogón


subterráneo y en la fosa oscura y venerable
 
de nuestro infierno candente dulce e inseparable.
 
 
 
Pues subamos a cubierta de nuestra insigne corbeta
 
para arbolar nuestros gallardetes y nuestra gran bandera,
 
la de pata de palo, el sable y la calavera.
 
 
 
El viento corre para darme el catalejo de hueso
 
donde veo velas Capitana mía, prepara los cañones
 
por las bandas enteras, que vienen los navíos encima 
 
y las viejas galeras… fuego mi capitana intrépida.
 
 
 
Hunde a esa flota vieja y con tus llamas quémalas;
 
ya nos vamos mi capitana para tierra
 
a victorear la batalla de las viejas galeras,
 
brindemos pues, amor mío por vencer
 
a las viejas glorias que a nuestro mar envenenan
 
al hombre y a la mujer que saben navegar a vela.



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