y creo que es la doncella del rey de mi selvático sibilino,
hombre que no tiene escrúpulos y a penas pricipios.
Venid palomas mías os quiero ver en mis navíos
y en las fragatas que enarbolan en sus velas el lirismo.
Tú hechicera de mis ojos y suspiros, acoge este llanto mío
que en la cautividad muero día a día y en la sombra del Maligno,
y no encontraré descanso aposento de mi suspirante delirio.
Qué pena me embarga; qué desdicha me pisa éste mi espíritu;
es pálida venganza que la fea sombra derribó parte de mi castillo
por eso con ansiedad os pido a vosotras mis palomas guardarme un nido
en el último rincón de vuestro pecho y dentro de vuestros molinos,
hasta verme fenecer en las aguas muertas de vuestros angelicales ríos.
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