Qué dicha las que yo vivo,
y qué sueño tan bello pienso,
oh, diosa que me iluminas
cuando te beso en silencio.
Oh, qué locura es la mía,
y qué gloria es la que tengo,
se han ido las penas mías,
y aquellos tristes lamentos.
Escóndeme en tus cobijos,
si quieres detrás del viento,
acógeme en tus palabras,
y ahógame con tus besos.
Ocúltame sobre tus juncos
y en las dunas de tus senos.
Encadéname en tus ojos,
y en el cráter de tu pecho.
Envenéneme tu boca
hasta morirse en el tiempo,
pues çurame con tus labios
y abrásame con tus fuegos.
No te diré más palabras
ni tantos humildes ruegos;
pues no sabes lo que sufro,
ni sabes lo que padezco,
ni sabes oh, cielo mío
lo profundo que te quiero,
te quiero con mi locura,
y te amo en mi aposento
y sufro lo imposible,
y muero a cada momento
y consumiré mi vida,
queriendo como te quiero
te quiero zagalita mía,
como la luz de los cielos,
como una noche encendida
para llevarte en mi pecho,
como una estrella divina,
nebulosa de mi ego
ven tú sibilina mía,
ven al huerto de mis besos
que el mundo se acabará
pero nunca nuestros cielos.
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