¿Por qué has
pisado la rosa
desde tu
pecho atrevido,
y la divina
amapola
del más
recóndito hechizo?
Tiraste con
mi inocencia
bajo el
poder de un capricho,
sembraste tu
negra sombra
para
enterrar nuestro idilio
y a nuestras
sensibles almas
que se
vestían de lirio,
y
palpitantes amores
que nos
brindó el destino.
¿Qué hiciste
con nuestro amor?
¿Y para qué
me has mentido?
sin haber un
mar de fondo
ni olas de
vientos fríos,
sólo tu
nombre en secreto
que tú jamás
me lo has dicho,
y yo sabía
quien eras
mismamente
ya en principio,
por versos,
poemas, palabras
y por tantos
hemistiquios,
por tanto
querida sombra
mejor sería
decirlo,
pero los
bosques son nuestros
todos los
mares y ríos,
como el
caballo del viento
y el susurro
del lirismo;
roca
inmortal que ilumina
los cielos
donde escribimos
mas tu
belleza oh, mi sombra,
tiene un
torrente prolífero
y la mía tú
ya lo sabes;
un romántico
perdido.
Pues quiero
que te recuerdes
lo mucho que
nos quisimos,
desde tus
manos de niebla,
desde mis
ojos de vidrio,
y sabrás que
yo te tengo
todavía en
mis suspiros,
y todos mis
sentimientos
los tengo
por ti cautivos.
Mi barca
quedó sin velas
con los
mástiles partidos,
por vientos
huracanados,
de los que
dejan silbidos,
y cerrándome
las puertas
sin haber
ningún motivo…
y aún te
pedí perdón
sin tener
que yo pedirlo,
pero ¿por
qué le has cerrado
el portal a
este mendigo?
si para él
eras su diosa,
el cañaveral
y el río
las aguas de
mis amores,
mi cielo y
mi paraíso.
Recuerda
querida sombra
zagala de
mis delirios,
recuerda que
te llamaba
asfixiado en
mis suspiros
desde las
dulces mañanas,
para vivir
nuestro idilio
con el afán
de querernos
y fueres el
amor mío,
mi estrella
iluminada
y el más
sibilino hechizo,
todo esto en
las mañanas
cuando mi
alma y mi espíritu,
clamaban con
tanto amor
para
llamarte amor mío
y decirte
tantas cosas,
susurrándote
con mimo
desde mi
playa de amores,
yo te
llamaba por hilo
y tú loquita
escuchabas
las palabras
de tu ídolo,
porque ya
eras mi diosa,
y dibujada
en mi libro,
y por dentro
de mis versos,
fuiste
siempre mi delirio,
y la perla
de mis ojos,
la calandria
de mis trinos,
arpa de mi
gloria eterna
la sombra de
mi lirismo,
y el sueño
más adorado
que tenía en
mis sentidos
espejos de
luna eras,
los bucles
del manso río,
la estrella
de la mañana
y el astro
más encendido
el canto de
las auroras
y el eco de
mis principios.
Eras la
diosa del cielo
coronada de
berilo,
reinabas con
los colores
verdes,
blancos y amarillos.
Eras como
nebulosa
de
esmeraldas y zafiros,
y la
estrella más hermosa
que
alumbraba en lo infinito.
Recuerdas mi
eterna sombra
que mi
nombre has bendecido,
desde tu
senda celeste
con un poema
divino,
gaviota y un
pañuelo
“tú nombre”
que era el mío;
mas tú no te
hallabas sola
porque yo
estaba contigo,
entonces
¿por qué cerraste
nuestro
sueño sin motivo?
Pues no
comprendo la turbia
ni tampoco
el aire altivo,
ni la
mentira hilvanada
desde un
oscuro cobijo,
crepúsculo
de negra sombra
mi sombra
que me ha mentido.
Tú debieras
decir: Soy yo,
aquella que
está en suspiros
e inspirada
desde el alma,
por éste
paria y mendigo.
Recuerda mi
dulce sombra
la tarde de
nuestro idilio,
cuando tú
tan linda entraste
en aquel
espacio artístico,
vestida de
plata y perla
como una
diosa del limbo,
pues yo
estaba con ellos…,
pero mis
ojos te han visto;
mis manos
besaron tus manos
las tuyas
hicieron lo mismo.
Nos miramos
tiernamente
hasta el
fondo del abismo,
nos dijimos
tantas cosas
tantas cosas
nos dijimos
que sin
decir ni palabra
supimos lo
que sentíamos
nuestras
pupilas soñaban
por besar
algo divino,
de aquel
eterno momento
que los dos
hemos vivido.
Y mientras
sonaba un tango
en la voz de
un gran amigo…,
era un tango
de Gardel
que los dos
hemos oído,
de aquel
sublime momento
que
acariciaba al idilio,
y la locura
amorosa
de nuestro
amor desmedido,
que sin
pronunciar palabras
las
pronunció el hechizo;
por amarme
hasta la muerte
y yo por
sentir lo mismo.
Y en otra
divina tarde
cuando a las
nubes subimos.
yo te he
pedido un beso
pero tú no
lo has querido,
pero mis
labios cayendo
tiernamente
y encendidos.
sobre la
piel de tu brazo
que lo
arrancaste del mío,
y al bajar
por las cañadas
lentamente y
fugitivos,
yo te cogí
por los dedos
y tú cogiste
los míos,
dulcemente
se besaron
en ese
momento lindo,
parándonos
en el valle
con nuestros
dedos unidos,
y abrazadas
nuestras manos
en aquel
valle sombrío,
bajo una
tarde azulada
que entre
los dos elegimos;
otro
glorioso momento
de nuestro
amor sibilino,
mas una voz
misteriosa
suavemente
se nos dijo:
Váyanse
ustedes del valle
por tener
cierto peligro,
y ya
soltamos los dedos
pero nos
quedamos fijos,
mirándonos
uno al otro
dulcemente y
atraídos.
Yo
necesitaba tu boca
con ese beso
infinito,
que hace
temblar la tierra
y estremecer
nuestro espíritu,
pero tú me
lo has negado
y mi amor
quedó herido,
y me sentí
hombre paria
como el más
triste mendigo,
que pide en
la Noche Buena
a la puerta
de su hijo,
y sin
conocerlo lo echan…
y triste se
va en mendigo,
en una tarde
de amor
donde
encontrar un cobijo,
y así me lo
hiciste tú
quedando mi
amor cautivo,
en la cárcel
de tus ojos
y en las
aguas de tus ríos,
que suenan
tan melodiosas
con sus
bucles blanquecinos,
y así
morabas en mí
oh, sombra
de mi destino,
cuando te
dije yo: ¿Y tú?...
al pie del
viejo Molino,
he venido
para vernos…,
y también
para oíros
yo me sentí
volando,
y me sentí
querido
por la musa
de mis ojos
por haberla
conocido.
Aquel
momento de luna
aquel
momento divino
pues mira
querida sombra
después lo
que yo he sufrido
pasaste a
ser mi tormento
cual tesoro
más querido;
no cesaba de
mirarte,
cuando pues
nos reuníamos.
dentro del
rincón de plumas
entre todos
los amigos
para
declamar los versos
cada uno con
su estilo
mas dentro
de mi silencio
te miraba a
lo escondido
y en esto
eras mi tormento,
tormento y
mi gran martirio,
por
sepultarme tus ojos
al más fondo
del abismo,
pues padecía
yo tanto
locura de
amor en vivo
y enjambres
de enajenado
tormentas
que yo he vivido
por no
tenerte a mi lado
y fueses el
amor mío
y la mujer
más amada
y yo para ti
lo mismo
y darme tu
dulce boca
para ese
beso infinito
con mis ojos
en tus ojos
y tus labios
y los míos
gozando la
plena gloria
sin
importarnos morirnos
pero el
destino ha borrado
lo que tú y
yo sentíamos
sólo mirarte
y mirarte
cuando pues
nos reuníamos
mas cuando
ya te alejabas
tu sola por
el camino
perdiéndote
en la distancia
por mis ojos
tristecillos
y ya me
sentía paria
y el más
hambriento mendigo,
bajo un
tormento amoroso
de trece
años vividos,
llorando yo
por mi sombra
en solitario
y cautivo;
así viví mi
tormento
así viví mi
martirio
y el
temporal más cruento
que sólo yo
he padecido
por amarte
tato y tanto
he llegado a
estar sumido
hasta llegue
a delirar
por no
tenerte conmigo.
Mas ahora te
enojaste
desde tu
débil juicio,
y
humildemente te ruego
que vuelvas
a nuestro idilio,
y volvamos a
querernos
como lo
escribió el destino,
y que
vuelvas a decir:
“Para ti
dulce amor mío”.
Volvamos a
nuestros versos.
volvamos a
ser los mismos,
queriéndonos
como antes
como nos
hemos querido.
Y por este
fiel tesoro
que los dos
hemos tenido,
no quiero
que lo abandones
por tanto
que hemos sufrido,
vas a
guardarlo en tu pecho
y en tu ego
esculpirlo,
hasta el día
de mi muerte,
y si quieres
por los siglos…,
así volverá
mi sombra
a mi alma y
a mi espíritu.
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