Los humos negros suben
hasta los astros que comen
vientos y los cirros blancos
de ojos pulcros escriben luna
y el manuscrito de las mareas
afina la garza allá en la tierra.
Una barca arcaica va bogando lenta
y adentro con su doncella
y en sus miradas profundas
se traspasan esas fronteras
que impiden el sabor de un beso.
El semblante santo alborea
los óptimos cantos de las auroras
carismáticas, más allá en tierra
de las colosales lejanías.
Su silueta veo escondida en un arrecife
y en mi barca de espuma velera
abro escota con el viento voy a ella
a la playa salto y ya la encuentro.
El viento sopla, el alma tiembla
y las miradas son como dos flechas
ella se calla y me da la mano
y yo la beso y la beso...
y ella se cae sobre mi pecho.
Nos plegamos entre las hojas
y yerbas, ya no hay palabras
el silencio se ha metido dentro
fenece la luna y se acuesta
bajo las sombras tibias
de la blanda y esponjosa peña.
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