Sin querer, he llegado a quererte;
sin querer, te quiero permanentemente;
sin querer, te quiero hasta la muerte;
mas, en el momento de conocerte,
si te quisiera querer para quererte
y convertirte en mi dulce amor,
¿cuál sería mi querer
para saber enternecerte?
Yo te quiero hasta morirme,
y aun no queriendo, quiero,
mas este querer que tengo,
más luminoso que el fuego,
si fuese como quisiera...
¿qué terrible amor tendría
si tú quisieras ser mía
del modo que yo quisiera?
Sin querer, te he conocido
mirándote muy de cerca.
No miré para quererte,
mi amor, sin conocerte,
inocente y distraído,
fue cuando tú lo miraste.
En tus palabras celestes,
como en tu verbo encendido,
aquel fulgor se nubló,
aquel mirar me ha vencido.
¡Cuánto amor acumulado
tengo en mi pecho escondido!
¡Cómo te quiere mi entraña!
¡Cómo te ama el suspiro!
Ojalá que él sin querer
que en tus ojos ha nacido,
me conquiste lo que espero:
éste, mi celeste amor,
éste, mi cándido sueño,
este gran tesoro mío
que por él vivo cautivo
y todos los días muero.
Mi alma se desespera
y yo suspirando pienso:
¡cuánto querer yo quisiera
y cómo quisiera quererte!
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