martes, 7 de octubre de 2014

PEQUEÑA MÍA



Madre selva dorada,
Oh, pequeña mía.


Vos sois como el oxígeno 

que todo lo ocupa,
cual perfume que se filtra en el aire,
lo mismo que el devorador embrujo
que vive en los bosques de mis mares.


Eres la romántica musa

que se mece entre trigales,
el manso río del alma
juncos, arbustos y arenales.


Cuánto ansío jugar 

con tus ondulados cabellos
y con la yema de mis dedos 
besar tus pupilas,
embelesarme en la orilla de tus valles
y morir en el silencio 
y en las manos de la tarde.


¡Cómo padezco, 

cómo vivo muriendo,
qué cosa más terrible 
sin verte y amarte,
sin tocarte, sin tenerte, 
sin besar tus labios
y con mis dulces dedos, 
doncella mía,enternecerte!


¡Qué invasión de ángeles 

viven en mí permanentemente
y de qué manera tan dulce 
me dicen que te quiera!


¡Oh, candor de mis tormentos!,

el amor que yo padezco 
por la ilusión de quererte
tiene más peso que el mar 
y que todos sus elementos.


Tú eres mi divino amor

y bajo este invisible duelo,
mil veces muero en mi dolor.


Te ansío tanto y cuando te pienso,

te llamo cerrando mis ojos 
sin abrir mi boca
y te respiro por todos los caminos,
y de esta manera, sin vivir, 
oh, cielo mío,  fenezco.

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