Cuántas veces yo te
miro
en las redes de mi
barca,
como sirena de mis
retinas,
como la ninfa de
nácar.
Ay mísero de mí,
la muerte se acerca
¡Ay clamores de mi
alma!
¡Ay cielos santos de
mi Cristo!
¿Por qué no me dais a
mi amada?
prisiones son las que
yo vivo
hay una virgen
coloreada,
y la muerte de
mi paraíso
por la estirpe de mis
cascadas,
pasan los más amargos
ríos
con el llanto de mis
lágrimas.
Nunca abandones mis
suspiros
ni las bellezas de tu
ama,
ni aquellos ojos tan
tristes,
¡Ay mísero de mí!
que dolencia me embarga,
¡Ay, clamores de mi
hambriento pecho!
¡Ay, cielos santos de
mi Dios amado!
¿Por qué no me dais
la mitad de mi amada?
Vientos amados míos
del cuadrante norte
traedme a mi flor
querida, traedme
a mi cándida
estrellita,
traedme a mi inmaculada.
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